Cada 16 de agosto la Iglesia católica conmemora a San Roque, uno de los santos más invocados como protector contra las epidemias y patrono de los peregrinos, cirujanos y enfermos. Nacido en Montpellier (Francia) alrededor de 1295, Roque fue hijo de una familia noble y quedó huérfano a temprana edad. Renunció a sus bienes y emprendió una vida de servicio, recorriendo pueblos de Italia durante una grave peste bubónica, asistiendo a los contagiados y realizando curaciones que la tradición considera milagrosas.
Según la leyenda, él mismo contrajo la enfermedad y se retiró a un bosque para evitar contagiar a otros. Allí, un perro lo alimentaba llevándole pan todos los días, escena que se convirtió en uno de sus atributos iconográficos más reconocibles.
San Roque murió hacia 1327 y su devoción se expandió rápidamente por Europa y América. En numerosas localidades, especialmente en zonas rurales, es celebrado con procesiones, misas y bendiciones de animales, en agradecimiento por su intercesión en tiempos de peste o calamidad.
Además, el santoral del 16 de agosto recuerda a San Esteban I, papa; Santa Serena de Roma y San Diomedes.